miércoles, noviembre 23, 2005

Sindrome deficitario de atención


En la mañana me vino a la mente, mientras conducía, la imagen que obtuve del diario deportivo, esa del león en el lienzo de la catedral de Guadalajara, ese que en el delirio del espectador cobró vida a media tarde, por los influjos de los rayos solares de esa hora, o por misteriosos humores flotando en el organismo del tipo en cuestión, el asunto es que vio al león decidido a acometerlo, por lo que sin chistar sacó su mauser (o sea, un arma de fuego de esa época) y le plantó sendo balazo a media frente, dicen que todavía hoy es posible ver la rasgadura en el cuadro, espero que al visitar la FIL haya tiempo de confirmar la especie.

Todo esto porque unos momentos después era necesario convencer a la primogénita que el brillo que le había puesto su madre en los labios era con fines terapéuticos, que sus labios estaban muy lastimados por el frío y que no era conveniente que intentara esconder sus labios dentro de su boca, porque eso llamaba más la atención. No sé si algún día sabré qué pasó, si se aguantó el brillo o se lo quitó en cuanto cruzó el umbral de su escuela.

En el episodio inmediato siguiente conocer de las medidas hacendarias para 'simplificar' el pago de impuestos, por las que los contribuyentes tendrán que ir a las oficinas del SAT, previa cita, a registrar sus huellas digitales, llevárselas en disco flexible de 3 1/2 pulgadas e incorporar los archivos a la declaración electrónica y por unos momentos, pensar con gusto que no somos sujetos de ese régimen.

En seguida escuchar la versión mexicana de 'News of the world', el reportero de Monitor que al cubrir la nota de un asalto en el que una camioneta fue arrebatada con lujo de violencia a una señora, sin tiempo para que les informara a los maleantes que en el auto viajaba su pequeña hija de menos de dos años, y el audaz reportero que radió (vaya término, otro que el abuelo probablemente no conoció) las características del auto robado y que al ser reportado como estacionado frente a un Blockbuster (no se sabe si bajaron a rentar unas películas para entretener a la nena) el clarkkentnesco periodista se puso su casco (no dijo si se montó unos chones sobre los pantalones) montó en su rauda motocicleta y llegó ante la camioneta en cuestión, llamó por celular al propietario de la camioneta y con su autorización rompió un vidrio de una ventana para sacar a la niña de su inopinada celda. El informador que no sólo reporta los hechos, sino que se vuelve protagonista central de los mismos. Todo aderezado con las amables grabaciones de las llamadas de los padres al reportero para agradecerle su eficaz intervención, aunque en este caso no les hayan solicitado su autorización para transmitir estas llamadas, a mi gusto, de caracter privado, así soy en ocasiones de escrupuloso.

Finalmente, dado que tenía la intención de contar la anécdota del león, percibir aterrado por unos segundos que no recordaba (aunque pueden notar ya que finalmente superé la saturación de información) qué quería contar al inicio de mi periplo, el cual todavía dio para recibir con gusto la ya no novedad de una victoria blaugrana y enterarme que mi compañera de café me cambió por alguien que entra más temprano.

¿Así será la mente de nuestros jóvenes, nuestros niños? flotando de un asunto a otro, sin mayores detalles, sin grandes análisis, simplemente obteniendo destellos fugaces de un número tremendamente grande de acontecimientos y pasando de un asunto a otro, sin tener tiempo de cernir, madurar, degustar lo que eso produce en tu intelecto y entonces disponer de la oportunidad para conocer algo más, o algo distinto ¿Será que la sorpresa tiene sus horas contadas?


Mientras recupero al león, que dicen que es un escorpión, símbolo del evangelista, pienso en el valentón irritado por tener que visitar la catedral y el instante decisivo en que descarga su arma y con ella su alma sobre el amenazante oleo y la decepción que debió experimentar el león, al ser superado en velocidad por un beodo.

viernes, noviembre 18, 2005

El eterno retorno




En un libro que presté a alguien que no conozco y que por lo tanto, no me van a regresar, decía que un escritor recomendaba no escribir de inmediato las memorias del viaje, que se dejaran madurar (no sé si en el intelecto, la mente, el subconciente, el espíritu, o cualquier combinación, incluyendo aquella que abarque a todas) y que lo que aflorara fuera lo que se escribiera.

Mi problema es que no sé que va a aflorar, si el rosario de marcas, las canciones de la partida, mi nublada conciencia por las pocas horas de sueño disponibles, no lo sé.

Hoy me vienen a la mente edificios altos, no precisamente rascacielos, la propia torre latinoamericana mira para abajo a muchos; gente pobre, homeless, y muchos brainless, con la diferencia de que lo hacen evidente gesticulando y gritando sin esperanza, con la ansiedad de obtener las monedas que se puedan cambiar por el alcohol tan deseado; el acoso a los fumadores, en una ciudad donde sólo se puede fumar en la calle y tiras la colilla con miedo a que venga un policía a reclamarte por ensuciar la calle; un muelle nocturno, donde se burlan de ti por como vistes y te preguntan si eres parte de los sospechosos comunes, 'a bunch of CEOs', o si es tu atuendo para ir al concierto de los Rolling Stones; el concierto de ellos que se escuchó por toda la ciudad y que desde el exterior del estadio de baseball era posible ver la pantalla gigante, con Mick entregado a la cantada; los asiáticos que ocupan una parte tan grande de la sociedad sanfranciscana, que no sabes ya qué cara tiene el ciudadano norteamericano; Los perros, un pastor alemán y golden retriever, que viajaron en clase turista de San Francisco a Dallas; la frustación que produce multiplicar todo por once para darte cuenta que todo es carísimo y luego darte de topes porque se te olvida sumar el bendito TAX; la vista nocturna de Aguascalientes desde un punto donde puedes pensar que es bella; Los libros de Harold Bloom y los de Hawking.



Lo cierto es que estamos de nuevo aquí, en espera de que Agamenon convoque de nuevo a partir, antes que Clitemnestra exprese la última palabra.

lunes, noviembre 07, 2005

2010: ¿De nuevo una Odisea sangrienta?


Leo el artículo de Krause en Letras Libres de octubre y recuerdo que en 1810 inició la guerra de la independencia y el 1910 la guerra de la revolución y no puedo dejar de pensar el la segunda odisea del espacio de Clarke para ese año y me cuestiono si dentro de cinco años estaremos de nuevo en una vorágine de sangre, fuego y necedad.

La ilusión de un mejor futuro se expresa en todos los tonos y por muchos medios, pero la dinámica de los eventos recientes invitan más al pesimismo que a la ilusión chabacana.

Espero que la magia contribuya a disipar los malos augurios.



"Any sufficiently advanced technology is indistinguishable from magic." - Clarke's Third Law.

jueves, noviembre 03, 2005

Humilde homenaje a Joyce

Ilión es un promontorio humeante, en las aulas sólo quedan niños, ancianos y una que otra mujer que se negó a pelear; los hombres que no quisieron pelear fueron degollados. Me siento afiebrado y no acierto a atribuir el origen de este mal a mis deseos o a un osado virus. Camino al puerto para embarcarme y la pitonisa me espeta voz en cuello: 'tome limón' y en la confusión no sé si interpretar el augurio como un albur o como un bienintencionado consejo, hasta que la hechicera complementa con un 'y tequila'.

El sol es ardiente, el calor me apriona entre el flujo celeste, el terreno y el interno, siento que podría empezar a delirar y el barco seis no llega, ni siquiera el treintaytres por lo que la ilusión es que algún compañero de armas vaya a su vez en busca de su patria por diez horas abandonada, pero no pasa nada. Finalmente arriba la nave seis y un marino que podría ser caronte me pide las monedas necesarias para abonar el pasaje. Me instalo en el fondo de la embarcación para no tener la tentación de saltar ante el canto de las sirenas, cosa que ni siquiera sé si pasará, ante la soledad de este trayecto. Pienso en los lotófagos que con placidez se abandonan sobre las paletas de sus butacas y la tentación me invade, pero entonces la tripulación empieza a ser reclutada en los distintos puntos del trayecto y un sonido rompe el silencio, es la voz de Penélope que pregunta si pienso volver y le digo que es probable que sí regrese.

De repente el hambre me invade, busco con la vista el ganado solar pero no hay más que carencias, la fiebre no cede y medito si debo visitar a Nausica o si alcanzo Ítaca de una vez, si me transformo en un peregrino o solamente alargo el viaje para volver viejo a mi patria.

Me sorprende Eumeneo, está decrépito y no me reconoce, se abandona a la lectura de su pasquín y alcanzo a leer el diálogo que dice: -'déjame besarte tu cosita' -'está bien, pero sobre los calzones', trato de determinar qué fiebre es más elevada, la mía o la del puerquero, y cuando las sacerdotizas se aproximan a descender de la nave, la mirada de mi compañero de viaje me hace pensar que mío es un simple bochorno. No puedo más, Poseidón me arroja contra el risco de Madero y Zaragoza y camino por los avituallamientos que las Telémaquitas requieren, no estoy desnudo, pero sí atormentado por la fiebre, regreso a Ítaca y finalmente Argos por triplicado me recibe eufórico, me viene a la cabeza la genial sorna con que se reproduce mi dominio sobre esta grey y alcanzo el lecho, pero no hay pretendientes, no hay penélope, sólo mi suegra, las princesas y una fiebre que rebasa los treintayocho grados. Duermo y despierto para reiniciar el periplo, sin tener certeza si la fiebre fue real o imaginaria, si remitió o persiste, si volverá o jamás se ha ido.