Una imagen
Caminaba por la Ciudad de México, fascinado por la inmensidad de la ciudad, lo insignificante que puede ser un ser humano en esas calles y al ahondar en mi elucubración sobre las posibles consecuencias de cambiar el nombre del Estadio Azteca a Estadio Hernán Cortés o a Estadio Diego de Ordaz, no me sobresaltó el que una mujer orillara su camioneta y descendiera de ella hacia mí, decidida a que le informara de la posible ubicación del SUTERM, y como buen provinciano, decidido a colaborar, le indiqué que estaba a unos pasos de ahí, y me maravilló que en esa ciudad fuera posible que los tuertos pidieran orientación a los ciegos.
Más adelante, de un pesero descendió una chica muy bella, pelirroja, joven e invidente. Era guiada por un hombre de edad avanzada y pensé en la pasión transformada en mujer, ciega y bella, apenas guiada por la sabiduría que da la edad.