La creación del mundo
Al principio, siempre al principio claro, sólo era la Voluntad. Monolítica, gallarda, sólida, inconmovible. Sólo era ella, al menos eso creía, hasta que notó que a su lado estaba la Nada. Nunca la había percibido, cuando volteaba hacia ella veía nada y creía que era un vacío y sin embargo no era una ausencia, sino la Nada.
La Voluntad creyó que le iba a costar nada el olvidarse de ese insignificante ser, al menos considerado así desde su perspectiva, hacer como si de veras fuera ella, la Voluntad, la única existencia, pero poco a poco notó que no era ella, sino la Nada quien ocupaba todo: veía al frente y miraba nada, volteaba atrás y veía nada, a su derecha nada y a la izquierda, claro, de nuevo nada.
La Voluntad decidió mostrar que ella sola se bastaba para desplazar a la nada y creó la materia, por su pura determinación. A la Nada le pareció gracioso, incluso simpático que ese diminuto punto, producto de la Voluntad se pareciera mucho a ella misma, a nada.
La Voluntad montó en cólera y enfurecida aplastó con rabia a la energética materia, misma que en un gran estallido lleno todo con un universo. Entre fascinada y sorprendida, la Voluntad se fue sintiendo poco a poco satisfecha de ver a la Nada ajena a su entorno, estaba a punto de prepararse una taza de café para sentarse a ver lo que había logrado, cuando, con un ligero toque al hombro, un poco de nada le hizo ver a la Voluntad que entre los planetas, de nuevo, había espacio para la Nada y para volverla realmente loca, la Nada le hizo ver que incluso entre las partículas de las nubes de polvo sideral era posible toparse con nada.
Frenética, la Voluntad eligió uno de los planetas y lo pobló de mares, ríos, maravillas, terrores, plantas, animales, seres de tamaños diversos incluso poblaran el aire, quería crear un lugar, al menos uno, donde no hubiera lugar para esa intrusa que retaba su otrora única y preponderante presencia, incluso para que no dijeran que nada era el nombre de ese lugar, lo llamó mundo.
Extasiada con su creación, se quedó absorta en el mundo, contemplándolo arrobada ese microcosmos, considerándolo el sitio de la Voluntad donde la nada no tenía cabida, incluso cuando los corazones vaciaban de sangre, se llenaban de amor o de gusanos, pero no había espacio para la Nada.
Y una vez más, la Nada mostró que el aire contenía nada entre los microorganismos, que entre los espacios celulares había nada, que los hombres, de bello, nada tenían que decir.
La Voluntad entendió, no sin dolor, que nada podía hacer para deshacerse de su ya odiada otredad, y en un atisbo de lucidez que rayaba en la locura, concibió que el único consuelo sería poder hacer nada, pero la Voluntad no hace nada, siempre hace algo, es el génesis de toda acción, no del reposo, por lo que, en un momento de genialidad creó la Poesía, porque la Poesía hace que nada suceda.
1 Comments:
que gusto leerte, me encanta que tu historia ya repensada quede así, ahora podrás seguirte a la poesía.Felicidades.
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