martes, agosto 30, 2005

La fugacidad de las palabras

Molesto escribí hace no mucho que en ocasiones es suficiente con tener la osadía de proponer tonterías verosímiles sobre la base que da la confianza de que no habrá quien las evalúe por indolencia o por incapacidad, so pena de que esas tonterías prosperen y se vuelvan en tu contra, y conjuro a la Oca para que no vuelva a materializarse mas que en caso de extrema locura.

Dicen que cada uno es cada uno con sus cadaunadas, lo cierto es que uno llega a existir en la medida que llega a ser capaz de articular el lenguaje y emite un mensaje, con la esperanza de que alguien, en algún momento lo consumirá.

El grafito plasma un fragmento de un instante que cruza por eso que llamamos mente, con la ilusión de superar la fugacidad y trascender más allá de un segundo, aunque el grafito mismo es volatil, efímero, whatever.

A las palabras se las lleva el viento, al grafito la fricción de las hojas de papel, a las ideas el tiempo ¿qué se llevará a los bytes? quizá una política de frecuencia de consulta.

El lenguaje te delata, te desnuda, te deja parado en medio del desierto sin posibilidad de disimilar, de ocultar tu verdadero yo.

Ante el vacío de ideas, un recurso es llenar todos los huecos posibles con el mayor número de palabras que se puedan agrupar en esos espacios, o intervalos de tiempo, de manera que ante ese monumento tan denso a la inopia la única respuesta sea, 'como digas'.

3 Comments:

Blogger edilberto aldan said...

Bueno... ya.
No és mi intención hacer pública la puya, pero ya... los lectores estamos esperando.
Tanto que contar y ustedes (así es: ustedes) que no postean.
¿Tanto que postear?
Por supuesto: el sonido con que golpea la raqueta, versos de Efraín en labios de Regina o Pilar, la versión gatuna de los 101 dálmatas que tienes en casa, el eliotiano descubrimiento de los nombres secretos de esos gatos realizado por tus niñas (Virus se asemeja a una iluminación poética), la práctica docente, los días sin alcohol, ser el (pachequiano) testigo incómodo que bebe sólo agua... en fin.
Así que ya, bueno, ya, por favor

10:55 a.m.  
Blogger Luis Boiler said...

Concuerdo contra el clamor contra el silencio.

Recojo del suelo el pedazo de lengua que a bien tuve cercenarme y discrepo:

Los nombres tan bien asignados a la población felina de la rodolfesca casa-habitación son Whitmanianos, no Eliotianos.

Volviéndo al Parasitismo.

1:58 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Las calles estan libres. La ciudad desierta.

5:48 p.m.  

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